
Las dos abuelas. La genetica y la cariñosa, que por cierto en mis estancias en su casa de Rafael de la Viesca 6 - 1º en Cádiz, jamás me llevó de paseo ni a la vuelta de la esquina. Me descubrió el Nescafé que le gustaba mucho. En aquella casa el olor del gas de cocinar era singular, que pena que se esté perdiendo la práctica del olfato, cuanto más nos alejamos de los animales que tanto lo cuidan, más "animales" nos estamos haciendo. Cuando era niño me daba el dinero para comprar la leche al lechero que en aquellas fechas esperaba en la planta baja, en el patio interior. Al subirsela me la pagaba de nuevo como si yo fuera el proveedor. Al cartero no se bajaba, sino que desde una ventana al mismo patio, se le descolgaba una cestita atada a una cuerda. Es curioso que en aquella casa con los problemas de espacios que tiene Cádiz, hubiese una escalera de caracol, que supongo llegaba a la azotea. Nunca me atreví a romper la vida de aquella casa. Las tres , tia Luisa ya ciega, su cuñada Maruja Sobrino (se pasaba el dia haciendo solitarios, nunca me contó nada, siempre abstraida en lo suyo) y abuelita se pasaban los dias rezando el rosario. Tia Luisa entre uno y otro cogía un manojo de llaves y al tacto me daba la que quería que usara. Vé al segundo cajón de la comoda y a mano izquierda hay unas postales de un viaje que hice a Roma. Me las regaló y estuvieron años en casa. También me dió una máquina de fotos Kodak con fuelle y numerosas palancas y ajustes. La piel de tia Luisa era fuera de lo común, tan singular cada una en lo suyo, como la de Naelle. Inigualable.
Era muy cominicativa conmigo. La única que me distraía.
De aquella casa salí un dia para el Hotel Francia y París, creo que se llama así, en la plaza de San Francisco donde había quedado con el P.Sobrino S.I. hijo de tia Luisa y dos sacerdotes americanos. Nos fuimos a Puerto de Santa María y visitamos una bodega de la que nunca supe ni me interesó el nombre, pero sí tengo grabado el almuerzo de las once y media que nos pusieron, advirtiendonos que el vino que nos estaban sirviendo no estaba a la venta, que era sólo para ellos. Sin más comentario.
Ya está bien por hoy. Se tendría que inventar una máquina que conectada al cerebro cuando uno se acuerda de algo y forma la redacción para contarlo, además de guardarlo en la memoria, lo pase a un disco externo que lo lleve directamente a la impresora.. Los jovenes que teneis que espabilaros en innovar, ya teneis una sugerencia,
Ciao